lunes, 3 de diciembre de 2012

Somos monstruos de nuestra propia vida.


No se donde estoy, no se como he llegado aquí, solo sé que tengo miedo.
Mis ojos intentan acostumbrarse a la oscuridad de este desconocido lugar. Pestañeo. Por alguna razón me siento presa, siento que estoy en peligro, que algo malo va a pasar.
No me equivocaba.
Cuando me acostumbro a la oscuridad distingo a una persona. Lleva una capa con gorro por lo que tiene el rostro tapado pero aun así puedo sentir como me mira. Sé que me esta mirando y eso me intimida.
Estoy sentada en el suelo frío y oscuro. Me levanto lentamente, siento un frío glaciar y cada pequeño movimiento que hago parece que me fuera a romper.
-¿Quién eres?- pregunto a la misteriosa figura.
No obtengo respuesta. Doy un paso aproximándome a la persona. En ese momento siento como si me prendieran fuego, mi cuerpo se siente arder y grito. Caigo al suelo retorciéndome, miro mis manos y están ardiendo, miro mis piernas y también arden. ¿Qué me está pasando? Tras lo que me parecieron siglos el dolor para, vuelvo a tener frío. Miré mis manos y estaban normales, no había fuego ni quemaduras.
La extraña figura estaba frente a mi, no le veía el rostro pero creí distinguir una pequeña curvatura en sus labios.
-¿Qué me está pasando?- volví a preguntarle pero no obtuve respuesta. -¿Quién eres?.
El dolor regreso al igual que el verano regresa tras la primavera pero esta vez no era fuego. Mi cuerpo volvió a retorcerse, movía la cabeza de lado a lado intentando en vano liberarme del dolor que me oprime. En mi interior mis gritos me ensordecen pero no soy capaz de sacarlos al exterior, en su lugar un pequeño gemido se cuela entre mis labios.
Pero esto no fue todo, mi mente visualizaba una imagen: una multitud de cadáveres irreconocibles aplastados por el techo y toda la sangre que manaba de los cuerpos sin vidas caían sobre mi que como una flor marchita estaba en el suelo. De repente, solo se veía mi cara pálida con los ojos muy abiertos y un susurro recorrió la habitación. Sálvame.
Salí de mi ensoñación y abrí los ojos. Grité, pero ya no me dolía nada, el dolor había cesado.
Me levante despacio y tambaleante del suelo. Volví a mirar a la misteriosa figura, aquella que se acababa de combertir en mi monstruo.
Pude ver como sonreía y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
-¿Quién eres?- volví a preguntar. Necesitaba un nombre que darle a mis pesadillas.
Entonces, se quitó la capucha.
El aire que tenía en mis pulmones desapareció, mi cuerpo se heló, moría  lentamente. Ese monstruo que me atormentaba era mi reflejo. Podía verme en sus ojos. Podía verme en su pelo. Podía verme en esa maléfica sonrisa. Ese monstruo, era yo.

4 comentarios:

  1. Jala, Ana.
    Está muy bien escrito y todo eso...pero me esperaba otra cosa, no se más alegre.
    Bueno, pues eso que esta muy bien :D

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  2. Ana, intenta ver los teletubbies antes de dormir ♥

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  3. Entonces tendría no pesadillas sino muerte instantánea.

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  4. Los teletubbies molan mucho, nada más que añadir.

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